Dice: "¡Imagina que, un día, una máquina empezara a pensar como un hombre!" Como si eso fuera algo deseable. Uno podría llegar a presumir de crear un hombre que se desarrolla como los cerdos. Hombres y mujeres a cuatro patas, en celo, eyaculando por las calles estas asquerosas y pequeñas misivas. Callejones y canales que fluyen libremente con los vertidos descuidados de su unión. El aire, espeso por sus gemidos de lujuria. Cuerpos desbordándose con sus propios efluvios. Hemos creado un mundo donde el hombre está tan terriblemente envilecido, que esparce su semilla sobre los transeúntes. Y, a pesar de todo, esta es la condición que buscaba Babbage.
No, esta no es la máquina que deseamos. Una entidad así no sería menos que una deidad, nos arrodillaríamos ante ella a adorarla. No vamos a tallar dioses para reñir y fornicar, deberán existir para limpiar el mundo y liberarnos. Rechazo a Babbage igual que rechazo a estos hombres de gobierno. Dejemos que los cerdos copulen en las alcantarillas mientras puedan, los sacaremos de ahí y, pronto, les ayudaremos en su ascensión.