Naturalmente, una vez desangrado, hay que escaldar el producto, quitarle el pelo y rasparlo, como preparativo para la suspensión y la evisceración. Para ello, los pasamos por un depósito de vapor, que se mantiene a una temperatura constante pasando el exceso de ventilación a alta presión de los motores, a través de la caldera y de una serie de tuberías de cobre, hasta una cámara de piedra situada justo debajo del taller. En el centro de la máquina hay un componente que se debe mantener a una baja temperatura constante, y que controla el funcionamiento del procesamiento del producto a lo largo del sistema. Junto a esto, la refrigeración es de gran importancia para conservar la calidad del producto, y esto también requiere que se elimine calor de ciertas áreas de la máquina. Por lo tanto, se combinan dos problemas en una única solución: la retirada de calor de algunas áreas y los requisitos de temperaturas más elevadas en otras.
Unos paneles de conducción extraen calor aplicando los principios de convección regulada por la caldera, y enviando aire helado por un grupo de tuberías en una dirección, y vapores súper calientes en otra.